Y se encendían una y otra vez las luces, el público se levantaba y aplaudía con tanto entusiasmo que hasta el
mismo teatro se erizaba de emoción.
Fueron aquellas noches mágicas e inolvidables, aquellos recuerdos perpetuos. Memorias
sin fin.
Escuchar la música en la gran sala, cada ensayo lleno de
risas, repetir aquellos detalles que debían salir a la perfección, recibir una
felicitación y aceptar una amonestación.
Cierro mis ojos y puedo sentir en mi corazón cada una de las
notas de piano, el olor a madera del escenario, la fuerza de las cuerdas en las
que con tanta gracias nos fuimos enredando, lo ligero de nuestro vestuario.
Vuelo con el recuerdo de nuestros suaves y sutiles movimientos.
Querido amigo, compañero de teatro y cómplice de mis días. Mí
amante y amoroso esposo, hoy, como aquellos días elevo mis brazos al viento para
hacer soplar tus cenizas y que vuelen al compás de ese ritmo que un día marcaste
en mi vida.
Adiós mi amor, hasta pronto.
Hasta volvernos a encontrar en los escenarios de la eternidad.
Ani Vettorazzi
Marzo, 3 2012
Excelente mi querida Ani!
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